Arropado por el calor de un país vecino,
y casi desnudo, como hijos de la mar,
para aquel gran poeta que a su país supo amar,
intento dedicar este verso alejandrino.
Llega el día de dejar atrás este camino,
sin, en ningún momento ni hora, dejar de andar,
me he propuesto -sin olvidar mi tierra- a buscar
una mujer, un sol y tan delicado vino.
Y a pesar del frío del norte de la frontera,
hacen los colores rojo, amarillo y morado
que no quiera que su agradable estancia muera.
Pues, aunque su corazón estuviera ya cansado,
no dejará nunca de ser lo que algún día era,
un gran poeta, con el nombre de Antonio Machado.